Nosotros vamos a hacer un viaje virtual, literario y geográfico, tomando como hilo conductor los ocho climas que podemos encontrar en el mundo, y para ello colaboraremos las áreas de Valencià, Castellano y Ciencias Sociales.
OBJETIVOS:
*Realizar un gran mural colectivo en el que se represente nuestro mundo, los lugares dónde se dan los climas que vamos a estudiar, sus paisajes más representativos y sus climogramas; ilustrado con algunos textos literarios, descriptivos o narrativos, en lso que el clima y el paisajes sean protagonistas.
*Que cada alumno/a de 1º de ESO se convierta en experto en uno de los climas del mundo, cosa que demostrará mediante una presentación elaborada sobre el mismo, y una exposición de las características de su clima a sus compañeros.
*Que todo el alumnado sea capaz de hacer una buena descripción de un paisaje, atendiendo a sus características y empleando el vocabulario más adecuado posible.
*Que el alumnado conozca textos de la literatura universal en los que el paisaje y el clima son verdaderos protagonistas.
*Que el alumnado elabore narraciones propias en las que un paisaje característico y un clima determinado, sean protagonistas.
*Que el alumnado conozca la literatura en valenciano que tiene una relación directa con el paisaje y el clima Mediterráneo, y que sean capaces de realizar una creación literaria (poesía), relacionada con este tema.
LOS CLIMAS CON LOS QUE VAMOS A TRABAJAR Y SUS PAISAJES:
CLIMAS CÁLIDOS
ECUATORIAL: LA SELVA
TROPICAL: LA SABANA
DESÉRTICO: EL DESIERTO
CLIMAS TEMPLADOS
CONTINENTAL: LA TAIGA (BOSQUE BOREAL)
OCEÁNICO: EL BOSQUE OCEÁNICO O ATLÁNTICO Y LA PRADERA.
CLIMAS FRÍOS
POLAR: TUNDRA Y HIELOS PERPETUOS
ALTA MONTAÑA: PAISAJES VARIADOS EN ALTURA
“Remontar aquel río era como volver a los inicios de la
creación cuando la vegetación estalló sobre la faz de la tierra y los árboles
se convirtieron en reyes. Una corriente vacía, un gran silencio, una selva impenetrable.
El aire era caliente, denso, pesado, embriagador. No había
ninguna alegría en el resplandor del sol. Aquel camino de agua corría desierto,
en la penumbra de las grandes extensiones. En playas de arena plateada, los
hipopótamos y los cocodrilos tomaban el sol lado a lado. Las aguas, al
ensancharse, fluían a través de archipiélagos boscosos; era tan fácil perderse
en aquel río como en un desierto, y tratando de encontrar el rumbo se chocaba
todo el tiempo contra bancos de arena, hasta que uno llegaba a tener la
sensación de estar embrujado, lejos de todas las cosas una vez conocidas… en
alguna parte… lejos de todo…"
"Yo tenía una granja en África, al pie de las colinas de
Ngong. El ecuador atravesaba aquellas tierras altas a un centenar de millas al
norte, y la granja se asentaba a una altura de unos seis mil pies. Durante el
día te sentías a una gran altitud, cerca del sol, las primeras horas de la
mañana y las tardes eran límpidas y sosegadas (...) Los colores eran
secos y quemados, como los colores en cerámica. Los árboles tenían un follaje
luminoso y delicado, de estructura diferente a la de los árboles en Europa; no
crecían en arco ni en cúpula, sino en capas horizontales, y su forma daba a los
altos árboles solitarios un parecido con las palmeras, o un aire romántico y
heroico, como barcos aparejados con las velas cargadas, y los linderos del
bosque tenían una extraña apariencia, como si el bosque entero vibrase
ligeramente. Las desnudas y retorcidas acacias crecían aquí y allá entre la
hierba de las grandes praderas, y la hierba tenía un aroma como de tomillo y
arrayán de los pantanos; en algunos lugares el olor era tan fuerte que escocía
las narices. Todas las flores que encontrabas en las praderas o entre las
trepadoras y lianas de los bosques nativos eran diminutas, como flores de las
dunas; tan sólo en el mismísimo principio de las grandes lluvias crecía un cierto
número de grandes y pesados lirios muy olorosos. Las panorámicas eran
inmensamente vacías. Todo lo que se veía estaba hecho para la grandeza y la
libertad (…)
(...) Y también había visto al león real, antes del
alba, bajo la luna menguante, cuando cruza la pradera gris camino de casa
después de la matanza, y deja una oscura estela en la hierba plateada, con el
rostro todavía rojo hasta las orejas, o durante la siesta, al mediodía, cuando
reposaba satisfecho en medio de su familia sobre la hierba corta y a la
delicada sombra primaveral de las anchas acacias de su parque africano.
(...) Allí, ante la vista, se extendía un centenar de millas para galopar sobre la tierra abierta, ondulante y cubierta de hierba; ni cercos, ni zanjas, ni caminos. No había construcciones humanas salvo las aldeas masai, y esas estaban vacías la mitad del año, cuando los grandes nómadas se iban con sus rebaños en busca de otros pastos. Había pequeñas acacias diseminadas regularmente sobre la pradera, y largos y profundos valles con secos lechos de ríos, de grandes piedras planas, donde había que buscar senderos de ciervos para cruzarlos. Al cabo de un rato te dabas cuenta de lo tranquilo que era todo aquello. (...) Un poco antes de las lluvias, los masai quemaban la vieja hierba seca y mientras las praderas aparecían yermas y negras era poco agradable viajar por ellas (...) Pero cuando llegan las lluvias y la hierba nueva está fresca en las llanuras, sientes como si cabalgaras sobre muelles y los caballos hacen un poco el loco de puro gusto (...)"
Sin embargo, había vida; allí fuera, en aquella tierra de
desafío. Aguas abajo, sobre el río helado avanzaban con
dificultad una fila de perros de trineo. Sus pelos rizados estaban
cubiertos de una fina capa de escarcha; sus respiraciones se
helaban en forma de nubecillas de vapor que se congelaban en sus cuerpos
formando cristales de escarcha.
(…) La pálida luz del corto día sin sol estaba
comenzando a diluirse en las tinieblas, cuando de pronto un desmayado y lejano
aullido se levantó en el silencio (...) me gustaría también que pasara esta
ola de frío –continuó- (...)
Una luz grisácea se mantuvo hasta las tres, momento en el
que también se diluyó, y el palio de la noche ártica descendió
sobre las solitarias y silenciosas tierras (...)"
PAISAJE OCEÁNICO.
RICHARD ADAMS: "La colina de Watership"
"(...)Avellano vio un estrecho sendero bordeado
de helechos y ramas secas. Los helechos se mecían bajo la brisa, pero
a lo largo del sendero no se veía nada excepto algunas bellotas del año
anterior al pie de un roble (…)
Corrió ágilmente por la pradera en dirección a las
vacas. Al verle llegar levantaron la cabeza y le miraron un momento antes de
volver a su pasto. (…)
Salió cojeando del brezal, se sentó en las piedras
y se sacudió la humedad del pelaje. Ahora podía ver con claridad las colinas de
Quinto, de un gris verdoso y en apariencia cercanas en el aire henchido de
lluvia. Incluso podía distinguir las matas de aulaga y los tejos
enanos en las abruptas laderas. Mientras las contemplaba, oyó una voz
excitada en el sendero. (…) La pista pedregosa conducía colina abajo
hacia una estrecha franja de abedules plateados y serbales. Más
allá había un seto delgado; y aún más lejos, un campo verde entre dos
bosquecillos.
(…) Poco después estaban bajo los abedules
plateados y cuando el sol salió, encendiendo chispas rojas y verdes en las
gotas que perlaban helechos y ramas, atravesaron el seto, cruzaron una
zanja poco profunda y se adentraron en la densa hierba de la pradera."